Sinopsis
Ignatius J. Reilly es un ser inadaptado y
anacrónico que sueña con que el modo de vida
medieval, así como su
moral,
reinen de nuevo en el mundo. Para ello, y con la intención de ser
escuchado en un mundo en el que es, en realidad, un incomprendido,
rellena de su puño y letra cientos de cuadernos en los que plasma su
visión del mundo. Mientras llena estos cuadernos, los va desperdigando
por su habitación, con la esperanza de ordenarlos algún día y así crear
su ambiciosa obra maestra. Mientras, la
diosa Fortuna, en contra de su voluntad, lo sume en ese mundo
capitalista
que él mismo tanto odia y se ve obligado a someterse a lo que él
considera una forma de esclavitud: el trabajo. Resignado, se compara a
sí mismo con
Boecio
(el cual aceptó sin queja su propia ejecución) y sale a buscar un
empleo. Su actividad laboral y vital es el hilo que une y da sentido a
toda la obra y lo que permite conocer a otros personajes, igual de
estrambóticos y entrañables que Ignatius.
Más allá de las meras e hilarantes anécdotas que el protagonista
va generando, la novela trasciende hasta convertirse, en su trasfondo,
en un despiadado retrato del género humano y sus miserias, dotado de un
realismo extremo. Plagada de piedad y comprensión, a la vez que de
amargura y resignación, la obra esconde una dura crítica a la sociedad
en la que vivimos:
egoísta
y, en tantísimas ocasiones, cruel. Tal y como dice Percy en el prólogo,
a pesar de las carcajadas que le proporcionó la novela, no pudo dejar
de sentir, al mismo tiempo, una cierta tristeza. Por un lado, debido al
trasfondo dramático de la novela y, por el otro, por la tragedia del
propio autor, que se
suicidó
con poco más de treinta años sin llegar a ver publicada su novela, su
obra maestra, y que con su muerte le negó al mundo la posibilidad de
seguir disfrutando de su pluma.